Naturaleza urbana en sociedad

Recuperar la belleza

En los últimos días surge esta inquietud en diferentes encuentros, lecturas y conversaciones. Define la Real Academia de la lengua algo bello como aquello que, por la perfección de sus formas, complace a la vista o al oído y, por extensión, al espíritu. También como algo bueno, excelente. Hoy reflexionamos sobre ello.

El pasado 11 de abril, el diario El País publicaba un artículo de Jordi Martí Grau, titulado Gobernar la ciudad que rescato para ilustrar el artículo de hoy. El contenido, de sumo interés apuntaba a los finales de las ciudades, aquellos espacios donde la ciudad acaba y debería aparecer lo rural. Pero mucho más allá de la descripción elocuente de cómo antes acababan las ciudades y como lo hacen ahora, reflexiona sobre como se gestionan los recursos en las ciudades, donde actualmente reside la mayor parte de la población (no toda, eso sí, no descuido lo rural). Y más allá de lo que plantea el artículo, la complejidad de “las Ciudades dispersas, poco compactas y articuladas en grandes regiones metropolitanas de límites imprecisos” yo me cuestiono además la parte de la fealdad y del despropósito de lo que se construye sólo pensando en que sea útil y funcional.

Y a pocos días de este artículo, Andrés Rubio escribía también para el diario El País (ya disculparéis, soy lectora asidua), titulado: Españoles, esto es indigno de España, donde refería lo apartados que como sociedad estamos de apreciar el valor de la belleza. 

Pero para ser capaces de apreciarla debemos educarnos en verla y darle valor, y ello exige “lentear”, detenerse a mirar y hacerlo desde una perspectiva distinta a la que estamos habituados.

Curiosamente, apenas unos días antes tratábamos en el taller de Liter Natura en el que me encuentro embarcada, en una sesión con recomendaciones sobre arte y ciencia en el que, de forma colectiva, surgió la importancia de preguntarnos dónde y cómo apreciar la belleza.

En esos mismos días, asístí junto a otros amigos a una charla promovida por el singular Jardín Botánico de Soller con un brillante Joaquín Araujo muy oportunamente acompañado de Aina S. Erice; titulada Las plantas y los lenguajes de la belleza, discurrió por la importancia de apreciar la belleza en la Naturaleza, y de nuevo en la necesidad de despertar en todos nosotros la capacidad de apreciarla. Ese día, como en el taller,  surgío de nuevo la idea de que la belleza está en lo no intervenido, en el olor, en el sonido, en escuchar mirando, oler saboreando, o tocar escuchando.

Pero para poder hacerlo necesitamos parar, serenarnos, y bajarnos del progreso acelerado y atropellado que el día a día nos lleva. Si lo hacemos, observaremos atrocidades cometidas en nuestros paisajes de proximidad, pero también belleza en espacios que afortunadamente hemos sabido no destrozar. A ello y con detalle apela el artículo de Andrés Rubio, que os recomiendo leáis reposadamente.

Hoy, inspirada en esta idea recojo cara y cruz en imágenes recogidas en el post. 

1 El Lavadero del Tío Bayo en Albuñuelas, Comarca del Valle de Lecrín, Andalucía, herencia del pasado.

2. El “polideportivo de Cascante”, mi pueblo de niña veraneante, y lo que queda de un lavadero que ya no es, pero que tengo fijado en mi memoria (como el del Tío Bayo). Al atropello de su demolición por la necesaria construcción de un teleclub y un frontón, se le ha dotado recientemente de un porche “infumable” útil y funcional. 

A ello me refiero con el sentido del progreso; repensemos nuestros actos individuales y profesionales, y en la medida de lo posible, incorporemos reflexión y belleza.

1. El Lavadero del Tío Bayo.    @PhotoLanda, 2017
2. Porche del
Vista de Cascante Del Río

Con la voluntad de ilustrar esta idea, hoy recurro a sugerencias inspiradoras, una lectura y una película, ahora que nos adentramos en unos días de Pascua que posibilitan un descanso reposado o inquieto. 

El sentido del progreso de mi obra, de Miguel Delibes, es el discurso que publicó con motivo de su entrada en la Real Academia de la Lengua, en 1974, que como veréis sigue estando de plena actualidad. Habla del culatazo que te da el progreso, en una sociedad que pierde mucho subiéndose al carro de la tecnología y la modernidad.


Respecto a La Gran belleza, película de Paolo Sorrentino (2013), me sumerge en muchas de sus escenas cada vez que la veo en un profundo deleite de placidez, escuchando-mirando, o consiguiendo hacerme saborear la sal del mar en un baño en el mediterráneo. 

 

 

En cualquier caso, os sugiero estos días una mirada reposada donde os encontréis, lenteando; seguro que os inspirará en lo profesional y en vuestros proyectos personales, igual o más importantes. Cuidaros, y pasad buenas fiestas!

Inma Gascón

Ingeniero Agrónomo

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