Naturaleza urbana en sociedad

Leer los árboles

Leer los árboles: aprender a mirarlos es una asignatura pendiente de los que habitamos la ciudad, donde nos hemos acostumbrado a las pantallas, los coches y el humo, y habíamos olvidado la madera, las hojas, las flores.

Poco a poco, como la naturaleza. En el programa de radio El bosque habitado, Inma Gascón estuvo hablando de lo que pretende esta página, que nos acoge a los colaboradores como huéspedes de una idea hermosa, y quiere llegar a todos los que estáis leyendo estas líneas. Inma habla decidida, de muchas cosas, de naturaleza. De patrimonio natural: ese que tenemos todos en común, y que no tiene precio, como las obras de arte que están alojadas en los museos y en las galerías de arte. Richard Prum, ornitólogo de la universidad de Yale, sostiene la teoría de que los pájaros que despliegan preciosos ornamentos en sus plumajes, como el pavo real, están creando arte al hacerlo, un arte que tal vez no encaja con la definición clásica de arte de Arthur Danto: es un arte nuevo. Si puede existir un patrimonio artístico-biológico, ¿cómo no va a existir un patrimonio natural que debemos atesorar y defender? En Barcelona, los vecinos del barrio de Gràcia se movilizaron ante una promoción urbanística que pretendía derribar una encina centenaria: estaban salvando el patrimonio natural. También en el barrio de Les Corts son los vecinos quienes luchan, aún, por defender unos jardines catalogados. Sin saberlo, son conscientes de que ese pedazo de naturaleza urbana es algo esencial en sus vidas. Intuyen que sin esos árboles su vida sería más pobre. Saben que los árboles urbanos son un tesoro.

Leer los árboles: aprender a mirarlos es una asignatura pendiente de los que habitamos la ciudad, donde nos hemos acostumbrado a las pantallas, los coches y el humo, y habíamos olvidado la madera, las hojas, las flores. Por eso creo que la lluvia sorprende tanto a los urbanitas: detiene el tráfico, ralentiza la aceleración artificial. Es una interrupción en la vida ajena a la naturaleza que nos recuerda que el paréntesis en realidad somos nosotros, los que habitamos la ciudad sin ver lo verde. Por fortuna, el camino de vuelta es más corto de lo que creemos. Siempre lo es. Empieza por un parque, por un parterre. Empieza, quizá, por un paseo en la Feria del Libro que se celebra en el Parque del Retiro, cada año. Libros y flores y árboles palpitando juntos en el corazón de la ciudad.

En Milán se ha construido el primer «bosque vertical», dos rascacielos gemelos con más de 20.000 plantas y árboles: el Bosco Verticale, un proyecto del estudio de arquitectos Stefano Boeri, ha cosechado varios premios. Son edificios de lujo y es una iniciativa loable, que demuestra que la ingeniería no está reñida con el ecologismo. Pero no hace falta un hito arquitectónico para hablar el lenguaje de las plantas. Es como todos los idiomas: basta con dar el primer paso. Es sencillo, porque hay rincones verdes en todas las ciudades. Los huertos urbanos de asociaciones vecinales se multiplican. En Madrid, por ejemplo, la red de huertos urbanos impulsada por los vecinos multiplica los espacios donde aprender a cultivar y a cuidar de la naturaleza. ¿Cuál es tu huerto urbano más cercano? ¿Tu centro cívico tiene talleres dedicados al cultivo de plantas? Quizá sea ese tu primer paso. Bienvenidos al lenguaje de la naturaleza.

Un documental: A Slow Odissey. The Great Wall Of China

https://www.bbc.co.uk/programmes/p06zqnmg

 

Un libro: El increíble viaje de las plantas, de Stefano Mancuso. Galaxia Gutenberg

http://www.galaxiagutenberg.com/libros/el-increible-viaje-de-las-plantas/

 

Una exposición: Som natura.- Museu de Ciències Naturals de Barcelona (16 de enero-11 de noviembre)

https://museuciencies.cat/exposicio_temporal/som-natura/

 

 

Leyenda ilustración: Bosco Verticale de Milán (Fuente: Wikipedia)

Claudia Casanova

Licenciada en Económicas, traductora, editora y escritora

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